La práctica de la Ergonomía es siempre bienintencionada y no se concibe que comporte riesgos, salvo en casos muy rebuscados, como sería la siguiente historia breve de ciencia-ficción, escrita por un descendiente del Homo Sapiens en el año 7003 de nuestra era:
Hace unos 4000 años una parte de la humanidad se preocupó estúpidamente por las relaciones entre el hombre y el medio… !en mala hora! Confundiendo Ergonomía con comodidad y comodidad con molicie, el hombre dejó de andar en cuanto pudo hacerse transportar por máquinas semovientes, dejó de escribir en cuanto pudo transmitir sus pensamientos por telepatía asistida por ordenador, y dejó de comer al descubrirse una alimentación vegetal -no vegetariana: vegetal- que permitía nutrirse directamente a través de raíces de clara influencia agrícola y forestal. Y ahora, en pleno siglo LXXI, me encuentro yo viviendo aquí, en esta maceta, muy adaptado al medio, sí, pero apesadumbrado por la gran duda: ¿no será que Ergonomía es una disciplina "contra natura"?
El hombre vegetal autor de este escalofriante relato sería la víctima de riegos ergonómicos: riesgos producidos por la aplicación de la Ergonomía. Pero el muchacho del siglo XXI que empieza a tener dolor de espalda por culpa de un mobiliario escolar patógeno, es víctima de un riesgo por carencia de ergonomía del mobiliario: el riesgo es "por carencia de" Ergonomía, no por "efecto de" la Ergonomía, como sería el riesgo ergonómico que podría dar lugar al hombre- vegetal del siglo LXXI.Así pues, propongo que no se confunda urbanidad con urbanismo, ni riesgo ergonómico con riesgo por carencias de Ergonomía.
Hablar de "riesgos ergonómicos" me parece un contrasentido como sería el reflexionar sobre daños benéficos, corrupciones honradas o pecados de la virtud; los riesgos que puedan ser evitados gracias a la aplicación de los conocimientos de la Ergonomía son riesgos de lesa Ergonomía y, si no queremos parecer cursis, llamémosles riesgos de carencia de Ergonomía, ya está.